domingo, 3 de enero de 2010

Ideología

"El estudio concreto del contenido ideológico de los medios de comunicación de masas es tanto más urgente cuanto que se observa la inconcebible violencia que ejercen sobre los hombres (dicho sea de paso, junto con el deporte, que de un tiempo a esta parte pasó a integrar la ideología en sentido lato). Tenemos aquí la producción sintética de la identificación de las masas con las normas y las condiciones que rigen anónimamente detrás de la industria cultural, o bien con las que se difunden intencionalmente, o con ambas. Cualquier voz que se manifieste en desacuerdo es objeto de censura. El adiestramiento para el conformismo se extiende hasta las emociones más íntimas y sutiles. En este juego, la industria cultural logra presentarse como espíritu objetivo en la misma medida en que retoma, cada vez más, tendencias antropológicamente vivas en sus clientes. Al apegarse a estas tendencias, al corroborarlas y ofrecerles una confirmación, puede al mismo tiempo suprimir, o aun condenar explícitamente, todo aquello que rechace la subordinación. La rigidez carente de experiencia del mecanismo de pensamiento dominante en la sociedad de masas se vuelve, pues, si ello es posible, más inflexible aun, y la propia ideología impide desenmascarar el producto ofrecido en su calidad de objeto premeditado para los fines del control social, gracias a un puntual seudorrealismo, que proporciona, bajo el aspecto de la exterioridad, una imagen continuamente exacta de la realidad empírica. Cuanto más alicuados a los hombres se encuentran los Dienes culturales así elaborados, tanto más se los convence de encontrar en ellos el mundo que les pertenece. Vemos en las pantallas de la televisión cosas que quieren parecerse a las más familiares y habituales, y entretanto el contrabando de consignas como la de que todo extranjero es sospechoso, o que el éxito y la carrera son las cosas más elevadas de la vida, ya está dado por aceptado y puesto en libre práctica de una vez para siempre. Para resumir en una sola frase la tendencia inmanente a la ideol gía de la cultura de masas, sería necesario representarla en una parodia del dicho "Conviértete en lo que eres", como duplicación y justificación ultravalidadora de la situación ya existente, lo cual destruiría toda perspectiva de trascendencia y de crítica. El espíritu socialmente actuante y eficaz se limita aquí a poner una vez más, bajo los ojos de los hombres, lo que ya constituye la condición de su existencia, a la vez que proclama ese existente como su propia norma; de ese modo, los confirma y consolida en la creencia carente de verdadera fe en su mero existir. De la ideología sólo queda el reconocimiento tributado a lo que subsiste, un conjunto de modelos de comportamiento adecuados al poderío de las condiciones dominantes. Es poco verosímil que las metafísicas más eficaces hoy en día sean sólo por casualidad las que se refieren al término "existencia", pretendiendo identificar la duplicación del mero existir en las más altas determinaciones abstractas que es posible obtener con el sentido mismo es ese existir. A esta duplicación corresponde, en los resultados, y en gran medida, la situación existente en la cabeza de los hom.bres, quienes no sufren ya la condición absurda —en la que, frente a la posibilidad abierta de la felicidad, se hace sentir día tras día la amenaza de la catástrofe inevitable— de considerar esta situación como expresión de una idea, como todavía podría ser la actitud adoptada frente al sistema burgués de los Estados nacionales; hoy se adapta uno a las condiciones dadas en nombre del realismo. Los individuos se sienten desde el comienzo como piezas del juego, y dejan el corazón en paz. Pero desde que la ideología casi no asegura ya nada, como no sea que las cosas son lo que son, basta su no verdad específica se reduce al pobre axioma de que no podrían ser distintas de lo que son. Los hombres se adecúail a esta mentira, pero al mismo tiempo ven a través de su velo. La celebración del poder y la irresistibilidad del simple existir son las condiciones de la ruptura de su encanto. La ideología ya no es una cascara, sino la imagen misma, amenazadora, del mundo. No sólo por el entrelazamiento en que se encuentra con la acción propagandística, sino en virtud de su propia configuración, se convierte en terrorismo. Pero justamente porque la ideología y la realidad corren de esta manera una hacia la otra; porque la realidad dada, a falta de otra ideología más convincente, se convierte en ideología de sí misma, bastaría al espíritu un pequeño esfuerzo para liberarse del velo de esta apariencia omnipotente, y ello con casi nada. Pero este esfuerzo parece el más difícil de todos. " Theodor W. Adorno y Max Horkheimer "La Sociedad. Lecciones de Sociología"

sábado, 2 de enero de 2010

Cambio de almanaque.

Era. Periodo. Promesa.